Educación
emocional, ¿a favor o en contra?
Cada vez se habla más de este tema en el
ámbito educativo. Analizamos pros y contras
M. SETIÉN / C. FOMINAYA- 11/03/2016 a las 10:29:10h. - Act. a las 13:53:02h.
El término inteligencia
emocional cada vez se escucha más en el ámbito
educativo. Su objetivo, explican los expertos, es potenciar el crecimiento
integral de la persona en cinco ámbitos: identidad, emociones, cuerpo, mente y
vida social. Hemos querido preguntar su opinión a dos docentes, que nos
plantean dos posturas diferentes sobre el tema, pero nos gustaría saber también
qué opinan nuestros lectores al respecto. No dejen de escribirnos sus
comentarios.
A favor
El profesor Toni García Arias, autor del
libro «Educación Emocional para Todos», afirma que «la educación
emocional no es una novedad ni una moda pasajera. Tal vez los términos educación emocional
o inteligencia emocional puedan resultarnos novedosos, pero la esencia del
concepto es antigua. Lo que ha cambiado actualmente es que le damos mayor
importancia porque se está demostrando científicamente lo que ya imaginábamos:
que las emociones negativas y positivas no son estériles, sino que nos afectan
en distintos ámbitos de nuestra vida. Hoy en día, la neurociencia o la
psiconeuroinmunobiología están demostrando, por ejemplo, que una adecuada
educación emocional puede ayudarnos a alcanzar nuestras metas personales o que
una mala educación emocional nos acarrea diversos problemas físicos que pueden
desembocar en una enfermedad».
Toni
García añade que «los seres humanos tenemos cualidades de diferente orden. Las
cualidades emocionales son una de ellas. Sin embargo, gran parte de las demás
cualidades dependen -precisamente- de nuestras cualidades emocionales. El miedo
a la muerte, los prejuicios, las etiquetas, la escasa resistencia a la
frustración, el miedo a las críticas puede perjudicarnos en infinidad de
ocasiones a la hora de desarrollarnos completamente».
«Hoy en
día, los individuos estamos expuestos a mayores influencias que hace unas
décadas: WhatsApp, las redes sociales, las comunicaciones… Hoy todo parece más
inestable, más pasajero; todo cambia en cuestión de un clic. De ahí que la
gestión de nuestras emociones sea más necesaria que nunca», recuerda este
profesor.
«Cualquier
decisión que tomamos en nuestra vida tiene un componente emocional determinante. Por eso, no podemos dejar la educación de
nuestras emociones a un lado. Las emociones, a fin de cuentas, pueden ser
nuestro lastre o nuestro revulsivo», concluye García Arias.
En contra
Alberto Royo, profesor y autor del libro «Contra la Nueva Educación»,
(Plataforma. 2016), se manifiesta en contra de incluir la educación emocional
en las aulas como asignatura por varios motivos.
El
primero, porque considera «más necesario el control emocional que el exceso
emocional y que precisamente es la razón la que ha de modular lo afectivo,
pero, claro, todo lo que sea reprimir en la educación está muy mal visto y
suena mucho mejor hablar de espontaneidad y derroche emotivo».
La segunda razón es que «la educación de las emociones ya forma parte del
aprendizaje. Nadie es capaz de impartir clase o
ejercer cualquier actividad sin que intervenga lo emocional (seríamos entonces
robots), por lo que no es necesario concederle más importancia de que la tiene
de manera intrínseca».
En
tercer lugar, «la apelación a lo emocional suele ir acompañado de propuestas de
lo más extravagante como el llamado “cariñograma”, utilizado en un programa
denominado “Pentacidad” que pretende aumentar la autoestima de los alumnos (más
todavía) y generar “un clima agradable” (de clima de trabajo no dice nada)».
Por último, la educación emocional, «como
otras propuestas chic», esconden «la intención de sustituir la transmisión de
conocimiento, objetivo fundamental de la escuela, por otros propósitos de
carácter subjetivo y sentimental que no encajan en mi forma de entender la
educación». «Hemos de decidir qué queremos que nuestros alumnos y nuestros hijos encuentren en la escuela: conocimiento o
felicidad. Lo primero sabemos cómo conseguirlo
(aunque no podemos garantizarlo). Sobre lo segundo, ni siquiera nos pondríamos
de acuerdo a la hora de definirlo. Y para
los que buscan que sus hijos sean en buenas personas, debo decirles que esta es
una responsabilidad más suya que nuestra (de los profesores) pero que sin duda
podremos contribuir y ayudarles en esa tarea enseñando a sus hijos. No podemos
asegurar que el conocimiento los convertirá en buenas personas, pero sí que les
ayudará a ser ciudadanos con capacidad para discernir, opinar con criterio e
independencia y ejercer el pensamiento crítico, que no es poco».
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